martes, 25 de noviembre de 2008

Magia, Farmacia, Religión

En los primeros tiempos las enfermedades eran curadas basándose en la experiencia fisiológica y botánica; otras por medio de prácticas mágicas y religiosas. Sin embargo no está definida la división o unión de estas dos practicas; la medicina empírica con la del mundo mágico-religioso. El pensar que el fundamento de la terapéutica no es racional si no mágico. Hasta que surgió la medicina hipocrática puede decirse que lo recursos curativos se parecen bastante en diferentes épocas y lugares (Grecia, Egipto, Mesopotamia, India, etc.), y que las verdaderas diferencias corresponden a los marcos mítico-rituales de cada grupo cultural.

La enfermedad y el Sacrificio

En los pueblos antiguos había un temor universal a la impureza (miasma) y su correlato, el deseo universal de purificación ritual (katharsis). La enfermedad era considerada como castigo divino. Por este principio de enfermedad-castigo y la oposición pureza/impureza aparece la institución religiosa fundamental del sacrificio, núcleo de todos los cultos religiosos conocidos, tanto presentes como pasados.
Para comprender la función de ese acto religioso nuclear podemos partir de dos perspectivas básicas, que en adelante se llamarán modelo A y modelo B.

A) La tesis del regalo expiatorio: Constata en el sacrificio el obsequio de una víctima a la deidad. Lo ofrecido abarca desde un cabello que el celebrante se arranca de la cabeza (diciendo “pagué por mi deuda”) hasta un animal o una víctima humana.

B) La tesis de un banquete sacramental: concibe el sacrificio como un acto de participación.

La relación hombre-dios puede ser básicamente un acto de miedo (marcado por la proyección paranoica), y puede ser también un acto de esperanza (marcado por la proyección paranoica)

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